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sexta-feira, 10 de fevereiro de 2012

HOMENAGEM A FREDERICO MOREIRA HERÓI DO CICLISMO URUGUAIO


EL GRANDE DEL CICLISMO DE URUGUAY Y SU "VIEJO" MAESTRO EN LA VIDA


Entrevista a Gregorio Moreira
Para conocer la cuna de donde vienen los héroes
Todo héroe no trasciende solo por su gesta, sino por los valores que transmite al resto de la comunidad. Federico Moreira fue un héroe del deporte para unas cuantas generaciones, ganando las carreras más inverosímiles en su bicicleta. Para muchos que lo vimos correr lo tuvimos como un referente, nuestro héroe uruguayo. Pero Federico no solo trascendió generaciones por sus victorias, sino por su conducta humana humilde y transparente, pensando siempre en el ciclismo y en los deportistas.
Como todo héroe, como toda persona común y corriente, no surge de la nada, sino que esos valores que hizo trascender en su vida le fueron inculcados desde el seno mismo de su hogar, por lo que la responsabilidad de su madre Gladys y de su padre, "Don Goyo", cobran significativo valor.
Si pretendemos entender al hombre que nos hizo saltar de alegría y llorar de emoción por sus triunfos casi místicos y ese constante resurgir de entre las cenizas, EL PUEBLO entendió de rigor conocer la historia contada por uno de sus protagonistas, Gregorio Moreira, papá de Federico, un auténtico "libro abierto" de anécdotas y vivencias que durante más de dos horas de charla, nos acercaron a la faceta humana de quién llegamos a idealizar. Conociendo un poco de la vida de "Don Goyo", podemos llegar a entender un poco más de dónde vienen los héroes.
- ¿A qué escuela fue?
- Fui a la Escuela 17 en campaña, en Colonia Lavalleja. Ahí viví en la pobreza, como vivíamos la mayoría de los de campaña, allá había gente que anónimamente mandaba su tarro de leche sin cobrar nada, lo que quiere decir que ya en esos tiempos los que éramos pobres teníamos un vasito de leche. Después vine a la escuela de los curas salesianos, cuando vine de campaña en el 43, a la escuela del Padre Aschieri. Después de dos años pasé a la Escuela Industrial porque quería aprender un oficio.
Aschieri era bien de los curas de antes, como las maestras de antes que uno le tenía respeto y el padre no iba a pelearse con la maestra "porque mi hijo es esto" o "mi hijo es lo otro", lo mismo que aquellos que en campaña se levantaban de madrugada a sacar leche a oscuras, que ni luz había, con un candil, para mandar un tarro de leche para la escuela para los niños y no cobraban nada. Eso es lo que vale en la vida, lo mismo que el cura Aschieri, sirviendo él con un cucharón, no precisaba secretario, nada, él nomás servía y nos mandaba a cada niño con una galletita a casa.
- ¿Así que fueron duros esos primeros años? - Mire, trabajé en casas que a mí me dejaban las llaves los estancieros, es una cosa que yo les digo a mis nietos y a todo el mundo, yo que pasé bastante hambre y mire que no le estoy echando la culpa a mis padres porque los pobres eran viejitos y enfermos, aquellos años se vivía en campaña así, pero yo pasé mucha necesidad. Yo trabajé para los Martinicorena, con Mattos, los Migliaro, con Minutti bueno, con toda esa gente que me dejaban las casas abiertas, "tomá Goyo, arreglá esto, en mi casa, tomá la llave y entrá". Veía las heladeras, la plata arriba de la mesa y yo no les tocaba un centésimo, y me decía pensar que con el hambre que tenía y no les comía nada, me aguantaba en el molde, miraba aquello y me iba para mi casa a comer lo que yo tenía. Entonces me digo, aunque tenga la tentación, no haga eso, eso no sirve. Y como cristiano que soy le digo, nadie nunca fue más feliz que yo.- ¿Cómo empezó Federico su gusto por el ciclismo?
- Federico empezó a correr en la Costanera, se compró una bicicletita y empezó a andar, pero yo no le daba mucha bolilla. Allá un día empezó a correr, ganó un campeonato, ganó otro en la Plaza de Deportes, unas lindas carreras, la gente se empezó a entusiasmar y nosotros también porque es lógico, todo padre se siente satisfecho porque el hijo gane, estábamos contentos, y vienen un día y me dicen, "mire que tenemos que llevar a Federico a correr a Concordia".
- ¿Quiénes fueron los que hablaron de llevarlo a Federico a Concordia?
- Echeverri y Pipo Spinelli. Lo llevaron y nosotros con la madre esperando a las diez, a las once de la noche. Como vivíamos cerca del puerto, nos íbamos a la Plazoleta Roosevelt y mirábamos a la lancha… creo que fue de las primeras veces que pasé nervios. Y usted sabe que no sé a qué hora de la noche, había ido de tardecita, la carrera era como a eso de las 8 o 9 de la noche, en la plaza de Concordia, donde se armaban carreras grandísimas, con todos los corredores grosos de aquel tiempo, esos capos, corredores buenazos. Lo dejaron correr, y me contaron que le dijeron, "en tal vuelta, vos arrancá". Y él tenía una fuerza enorme, arrancó como le dijeron y no pudieron alcanzarlo más.Esa carrera la ganó y fue muy comentada. Pasamos muchos nervios con mi señora, fuimos no sé cuántas veces a la plazoleta a esperar la lancha. Al final nos acostamos y allá como a las 4 de la mañana aparece Federico corriendo, "mamá, papá", "¿qué pasó? ¿Por qué venís ahora?", y él no decía nada, para mejor las carreras que corría por aquel tiempo habría ganado, póngale unos cien pesos, por esa carrera en Concordia creo que le dieron 500, porque en la Argentina siempre se pagaban premios en moneda, se les daba plata y trofeos. Me dice, "gané", "qué vas a ganar", "gané papá", "¿a quién le ganaste vos?" y le había ganado a todos los capos. Al otro día de mañana me dice Federico, "vos sabés que me querían matar". Parece que el director técnico de los otros les dijo "¡¡y éste gurí les viene a ganar!!", dice que los corredores estaban malísimos. Y ahí empezó, fue la primera carrera importante que ganó, tenía 15 años, nadie lo conocía.
- Usted acompañó a Federico durante muchos años en varias Vueltas, ¿cómo recibía la gente a Federico al término de cada etapa?
- Una vez terminada una etapa, en Cerro Largo, estaba sentado en el suelo porque él llegaba y se quedaba a dos o tres cuadras del punto de llegada, se iba lejos justamente para que la gente no lo apretara tanto porque llegaba sin aire, cansado, querían autógrafos, uno le pedía los zapatos, camisas, todo.
En una oportunidad, se me acerca un hombre, con su mujer y un niño y se me pone de charla. Al rato me dice, "¿usted no se acuerda de mí, no?", "mirá -le dije- me vas a disculpar pero la verdad que te veo cara conocida pero no recuerdo tu nombre". Y bueno, me dijo el nombre y ahí me acordé de él. Había sido uno de aquellos presos que había trabajado conmigo en la carpintería de la policía. Él había pasado muy mal, era un buen hombre y yo lo ayudé bastante, y el hombre se apareció al término de aquella carrera porque quería agradecerme lo que había hecho por él, mostrarme a su familia y que su hijo pudiera conocer a Federico, parece que él les había contado que lo conoció a Federico de chiquito cuando una vez se apareció en mi trabajo en la carpintería. Charlamos un rato más, se despidió y uno se quedó con 
eso. Pasó de carcelero a ser el principal ayudante del mejor ciclista de toda la historia de ese deporte
- Cuando una persona cae presa, ¿su experiencia le muestra la importancia de darle una nueva oportunidad a la gente que equivoca el camino permitiéndole aprender algún oficio?
- Es lo que tienen que hacer, enseñarle un oficio pero proporcionarle los medios. Por ejemplo, yo solicitaba siempre a mis superiores algunas herramientas, me respondían que hiciera una nota solicitándolas, que me dieran un salón más grande, incluso ir a la sede de menores para enseñarles a los que estaban en Barrio Artigas, le estoy hablando capaz de 1960. Y pasaba la nota por triplicado con todas las formas que me pedían y era como caer en el vacío, no se trata de quien gobierne, aquí hay que encarar de otra forma. Y las notas morían, pasaba el tiempo, venía otro, cambiábamos de jefe y otra vez a mandar notas. Trataba de hacerles entender a mis superiores que no podía tener 5, 6 u 8 presos en un espacio reducido, juegan con piedritas. Y si me daban trabajo para que hiciera, un portón, una ventana, placares, en fin, todo lo que se pudiera hacer, yo les hacía lo que me pedían, pero no tenía máquinas, tenía dos serruchos, un hombre corta y el otro mira, un martillo, uno clava un clavo y le da luego a otro para que clave su clavo. Así no aprenden.
- ¿Tenía custodia en la carpintería?
- Adentro de los talleres no había custodia. En el monte sí teníamos custodia, cuando se hacía carbón y leña, cuando se cortaban árboles para AFE. Yo corté durante unos cuantos años árboles para AFE, iba por los montes y cortaba para hacer durmientes y columnas para la UTE. Se les daba, por ejemplo, a cada preso para que cortaran para hacer columnas, se les controlaba las horas trabajadas y las columnas que hacían, llevaba todo bien anotadito en un cuadernito y los viernes cuando salían se les daba unos pesitos, esa es la forma de incentivar al hombre, que hiciera algo o que aprendiera algo, pero cómo le iba a dar un mueble para hacer si no tenía serrucho ni máquinas. Veo que hablan y hablan, y lo que hay que darle es una cosa seria, esa es la palabra.
- Una ocupación.
- Una ocupación seria porque el hombre, mire, yo tuve presos que lloraban, sentado ahí, al lado mío.
- ¿Cómo hacía con el trabajo cuando empezó a acompañarlo a Federico? ¿Pedía licencia o esperó a jubilarse?
- No, ellos me daban licencia, me daban porque habían dos o tres jefes que colaboraron siempre. Incluso hubo un jefe que me prestó un vehículo para una Vuelta (Ciclista del Uruguay).
- Uno pudo ver por la televisión ese cariño impresionante que tenían por Federico en todo el país y que usted pudo verlo en persona. ¿Cómo era eso?
- Había cosas que uno miraba y decía que no podía ser porque la gente enloquecía tanto que hasta peleaba para estar cerca de él, era como un Dios para alguna gente, y era solo él y su bicicleta. Tenía un peso enorme porque tenía que ganar siempre. Incluso había gente que aunque él estuviera enfermo a veces me decía, "tiene que ganar Federico, decile", pero cómo le iba a decir.
Yo lo veía poco, estaba un ratito con la madre –siempre fue muy mal enseñado-, salía un ratito de la concentración y como le tenían confianza porque era un corredor de esos que no salía a los boliches, él agarraba y se iba a tomar mate dulce con bizcochitos que le preparaba la madre, a veces se aparecía con algunos corredores.
- Hay una anécdota con las medias de Federico (risas).
- Hubo una etapa que llegó, no recuerdo si en el velódromo o en la sede de Fénix.
- ¿Cuando le ganó a los franceses?
- Cuando le ganó a los franceses. Llegó y se sacó las medias, venían de una etapa larguísima con lluvia, barro, no sé cuántos kilómetros en total. Estaba muy cansado, había dejado el resto. Siempre que lo acompañaba le llevábamos una muda de ropa con algunas toallas para que se cambiara y se pusiera algo seco. Entonces se saca las medias y las deja al costado, llenas de barro y transpiración, además había llovido en medio de esa etapa. Cuando Federico quiso acordar, la media se la había agarrado uno y la besaba, "tengo una media de Federico" gritaba levantando los brazos, se podía haber agarrado algo (risas), pobre hombre.
- Un momento complicado en la vida de Federico, que seguramente debió sobrellevar con la familia, fue cuando fue acusado de dopaje.
- Cuando pasó todo eso yo estaba con él en el hotel, hasta que llegó el director técnico y otro de Peñarol y le dijeron que parecía que había salido positivo, "pero miren que no es, vamos a pelearla". Había intereses creados de una persona que quería llegar a un alto cargo, no vale la pena ni nombrarla, entonces el hombre clave para hacer un poco de promoción era mi hijo y lo querían embromar. Ya estaban los pasajes para llevar los análisis a Alemania y creo que también a México donde tenían la máquina para hacer la contra muestra. Nunca se fue. Hasta el día de hoy quedó como que le habían dado "sustancias dudosas", y eso porque acá no se podía hacer un análisis correcto, porque si se tratara de efedrina, saltaba enseguida.
A él lo que le dieron en Libertad fueron antibióticos, porque el zapato le lastimó el talón, empezó a hacerse una llaga y estaba en carne viva. Todos los días llegaba, levantaba el pie, lo lavaban en un líquido y comía hasta acostado. Una doctora que lo atendió cuando llegó la etapa a Libertad le dio "tome esto" y que hablara con el doctor de la carrera. Había mucha presión y aunque corriera con un pie solo se sabía que ganaba la carrera. Federico llegó todo desecho, se sacaba el zapato, así se lo digo, se bañaba y el talón de él estaba en llaga, estaba todo blanco y largaba un olor feo, pero el club le decía que él tenía que llegar. Lo más lindo de todo es que la cosa nunca se aclaró.
- De todas formas, cuando regresa a Salto, en un ómnibus que venía especialmente con él, salió todo el pueblo a la calle para recibirlo y darle su aliento, como una forma de reivindicar la clase de deportista que era.
- Uno quedó contento pero siempre quedé con esa espina.



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